
Los pies del chino Hua Chi han quedado marcados en un monasterio de la provincia de Qinghai.
Durante dos décadas, el monje chino Hua Chi ha acudido a rezar día tras día a un monasterio próximo a Tongren, en la provincia de Qinghai. Exactamente en el mismo punto cada vez.
Tantísimas horas después, sus huellas han quedado estampadas en la madera del citado templo. Así, como si se tratara de arena de la playa.
Hua Chi, doctor en medicina tradicional y que anda por los 70 años (eso cree él), se lo tomó como un estricto ritual personal. Todas las mañanas, antes de la salida del sol, este monje llega al monasterio, se coloca en sus propias huellas y reza sobre unas mil oraciones antes de pasear por los alrededores.
«Durante los primeros cinco años eran entre 2.000 y 3.000 veces al día. Pero me he ido haciendo mayor y en los últimos tiempos solo llego a las 1.000», dice, lamentando que, durante el frío invierno, «no paso de las 500».
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