“Ya llega el verano, la estación perfecta para ver platillos volantes. El año pasado llegué al Hotel Atami con mis binoculares, y cada noche me asomaba a los cielos con la esperanza de poder ver un ovni, pero no logré mi objetivo ni una sola vez.”
Ese es el primer párrafo de un ensayo que Mishima Yukio escribió en 1957 para la revista Uchūki (Nave espacial), publicada por la Asociación Japonesa para la Investigación de los Platillos Volantes (JFSA, por sus siglas en inglés). Mishima, que ansiaba poder ver algún día un platillo volante, entró a formar parte de dicha asociación un año después de su fundación en 1955 por parte del pionero del campo en Japón, Arai Kin’ichi. La JFSA, de la que llegaron a ser miembros más de mil entusiastas, contó además del propio Mishima con escritores de la talla de Hoshi Shin’ichi, Nitta Jirō, Ishihara Shintarō, el doctor Itokawa Hideo, considerado el padre de la carrera espacial de Japón, el compositor Mayuzumi Toshirō y otras luminarias del mundo de las letras y las ciencias. En junio de 1957 Mishima participó en un evento de observación en Hibiya, Tokio, y durante un viaje a Estados Unidos ese verano también se dedicó a buscar ovnis. Arai dijo en un artículo que Mishima era un miembro entusiasta de la JFSA, y siempre acudía a los eventos con un telescopio enorme a cuestas.
En un ensayo de Mishima publicado en la revista Fujin kurabu (Club de mujeres) el escritor habla sobre un supuesto ovni con forma de cigarro que vio con su esposa el 23 de mayo de 1960 desde el tejado de su casa en el distrito de Ōta, Tokio. En su novela Utsukushii hoshi (Una hermosa estrella), publicada dos años después, los miembros de una familia de cuatro avistan por separado un platillo volante, y se dan cuenta de que cada uno de ellos procede de un planeta diferente: Marte, Júpiter, Mercurio y Venus. Luchan por promover la paz para salvar a la humanidad de la extinción y la guerra nuclear, al tiempo que se enfrentan a un grupo de extraterrestres antagonistas que tratan de eliminar a los humanos. Esta obra, algo atípica para Mishima, refleja bien su fascinación por los ovnis y los extraterrestres.
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Mishima Yukio participa en un evento de observación en Hibiya, Tokio, en junio de 1957 (imagen cortesía de UFO Fureaikan). |
La existencia de los ovnis protege el futuro de la humanidad
A pesar de no haber podido ver ninguno, Mishima creía en la existencia de los ovnis. Arai, el presidente de la JFSA, compartía esa creencia pese a que él tampoco había logrado ver jamás uno, y se esforzaba por reunir información sobre ellos. Arai nació en Tokio en 1923, y trabajó utilizando radares terrestres en el la Fuerza Aérea del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Siempre cultivó un interés por la observación meteorológica y astronómica, además de una gran pasión por la aviación. Tras pasar un tiempo en el Ministerio de Hacienda abrió una librería en Gotanda, Tokio, y leyó en abundancia sobre los temas que más le interesaban. Conoció así la traducción al japonés de Flying Saucers Have Landed (Los platillos voladores han aterrizado), de George Adamski, publicado en 1954 bajo el título Sora tobu enban jikkenki, obra en la que Adamski aseguraba haber visitado el interior de un platillo volador que había bajado a la Tierra, y haber hablado con habitantes de Venus. El fenómeno ovni había comenzado unos años antes con reportajes de los medios sobre el supuesto avistamiento por parte del empresario Kenneth Arnold de nueve brillantes objetos que volaban por el cielo, mientras viajaba en su avión el 24 de junio de 1947. Arai se interesó de inmediato, aunque dudaba de que la historia de Adamski aguantara un examen científico. A medida que este tipo de historias personales y declaraciones de testigos continuaban apareciendo Arai sentía la necesidad de contar con un lugar para la discusión sobre ovnis, lo cual lo llevó a fundar la JFSA.
En el primer número de Uchūki (Nave espacial), su publicación oficial, se podía leer: “Dado que Japón no cuenta aún con investigaciones serias sobre los ovnis, actualmente son considerados producto de alucinaciones o imaginaciones. Sin embargo no creo que se pueda tachar de poco científica la idea de investigar la posibilidad de que ese tipo de objetos existan en nuestro vasto universo: los mismos habitantes de la Tierra estamos planeando modos de viajar por el cosmos, en un futuro no muy lejano. Por lo tanto, recopilar todo tipo de documentos de todo el mundo sobre platillos voladores y debatir sobre su autenticidad basándonos en la avanzada ciencia espacial de hoy día representa, pese a nuestro estatus como organización amateur, una primera página en la historia de los viajes espaciales”.
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La autobiografía de Arai Kin’ichi UFO koso waga roman (Mi aventura con los ovnis), publicada por el mismo autor (imagen cortesía del museo UFO Fureaikan). |
El museo UFO Fureaikan, en la ciudad de Fukushima
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El museo UFO Fureaikan, en la prefectura de Fukushima, conserva cerca de 3.000 ítems de la colección de Arai Kin’ichi (imagen cortesía de UFO Fureaikan). |
El museo se inauguró en 1992, gracias a una de las ayudas gubernamentales de 100 millones de yenes que recibieron las municipalidades de todo el país mediante una oferta pública que buscaba revitalizar la economía regional. El UFO Fureaikan se encuentra sobre una colina llamada Senganmori, famosa por los numerosos avistamientos de objetos celestes que se han producido en la zona. Kinoshita, un conocido investigador de ovnis de la zona, fue director del museo entre 1993 y 2010.
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Senganmori (izquierda, con una altura de 462,5 metros) y la vista desde su cénit (imagen cortesía del museo UFO Fureaikan). |
“Nos faltaban unos diez o quince minutos para llegar a la cumbre. Di un paso y, al mirar hacia arriba, vi un extraño objeto con forma de casco, flotando en el aire como si estuviera clavado en el vacío. Tenía el color de la plata oxidada, como una moneda de un yen. Desde donde estábamos parecía tener unos treinta centímetros de largo. Los cuatro nos quedamos quietos, atónitos, durante medio minuto, más o menos. Luego corrimos hacia la cima para verlo desde una altura más grande, pero cuando miramos otra vez había desaparecido”.
Esta experiencia impulsó a Kinoshita a enfrascarse en la investigación de los ovnis. Dice que ha podido verlos al menos en seis ocasiones. Desde que dejó su puesto como director del museo ha establecido un taller junto a su casa para continuar sus estudios, a unos pocos minutos en coche desde el UFO Fureaikan. A veces hay gente que lo visita para hablar con él sobre ovnis o contarle sus propias experiencias. Aunque hay muchos que no creen, Kinoshita asegura que es importante reconocer las posibilidades de los ovnis como umbrales hacia el desarrollo científico. “No sabemos si la gente ha visto ovnis realmente o no. Pero decidir sin más que seguramente están equivocados no permite que aumente su interés. Si nos dicen que han visto un ovni debemos escucharlos con atención. Un avistamiento puede inspirar a alguien para que en el futuro sea investigador en astronomía o sistemas energéticos. Se trata de umbrales por los que podemos expandir nuestro mundo. Hay escépticos que preguntan por qué nunca han visto un ovni, pero las personas rara vez miran al cielo, hoy día. Si nunca miras al cielo, nunca verás ovnis”.
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